top of page
Foto del escritoridentidadplan

Pintura Todoterreno

Ya sea pintando lienzos a color o la piel humana, Anto (Ella/Elle, 2000) se comunica con el arte y sus obras gritan transfeminismo. Pinta autoretratos como Frida Khalo e inspirade en el arte drag, se maquilla como herramienta de autocuidado y para empoderarse. Hoy es Makeup Artist profesional y pintore. Su sueño es crear fantasías andantes, parecidas a las esculturas humanas de las Ramblas de Barcelona y a los personajes de la película de El Laberinto de Fauno. Hasta el momento ha maquillado para varios videoclips, aunque antes de empezar sus estudios profesionales como maquillista, trabajó en algunas fiestas de pueblos, en Halloweens y cumpleaños “Si dominas maquillar a un niño pequeño, ya puedes darte por cumplido”.


Criade entre Chile y España y en una família donde el arte estaba por todos lados, aprendió a maquillarse a base de vídeos de Youtube. Autoformade en el ámbito, y más tarde academizade en ello, hoy se especializa en maquillaje de caracterización. Tras batallar contra estereotipos de género, gordofobia y las dificultades de no tener papeles en España, hoy sus experiencias como persona migrante y queer moldean todo lo que hace. Ya ha vendido varias obras, pero la primera que pintó para la carrera y que se expuso en uno de los eventos de IDENTIDAD en la Federica ha sido la última en venderse, y con el precio más alto hasta ahora.


En Instagram dices que eres ‘Makeup Artist’ pro. ¿Vives de ello?


No. Yo fui autodidacta de los doce años hasta prácticamente ahora. Este año une amigue me mandó una publicación en donde ofrecían una beca para peña trans en NYX. Entonces solicité la beca y me la dieron y estudié maquillaje este año en THUYA. Me dieron la beca ahí y estuve estudiando cuatro meses y dije: “joder, es que por fin es lo mío!”. Siempre quise estudiar maquillaje pero era carísimo. Esa era mi oportunidad y lo conseguí. Lo que hice fue maquillaje integral, que es más beauty, moda y pasarela. Pero yo quería más. Siempre he querido hacer caracterización. Entonces solicité una beca de caracterización en Stick Art Studio ¡Y me la han dado! Empiezo en septiembre. Y estoy muy contente.


¿Cómo llega el arte a tu vida?


Desde que nací. Siempre tuve afinidad por todo lo que era ropa y zapatos… De pequeña le decía a mi madre que quería zapatos de charol rojo. Yo nací en Chile y ahí en el cole tienes que ir uniformado y con zapatos negros lustrados. Esto siempre me pareció un aburrimiento. Cuando llegué a España, que cumplí los seis años aquí, y entré a la primaria y vi que podíamos llevar lo que nos diese la gana, descubrí la libertad. Descubrí que podía llevar volantes e ir toda de rosa, si me daba la gana, y eso me daba la vida.



De vestirte rosa y con volantes a pintar, hay un paso enorme.


Ahí está la cosa. Mi madre me dio una crianza muy creativa. Ella y mi padre siempre han sido personas creativas. Obviamente, nunca se han podido dedicar a ello, porque si el arte ya está infravalorado aquí, imagínate en Chile. Mi madre pintaba murales comunistas en la calle cuando era joven. Me tuvo a los veinte años y tuvo que dejarlo todo para criar a sus hijos. Cuando yo era pequeña ella me compraba figuritas de cerámica y las pintábamos juntas. Mi padre talla madera… Mi padre biológico nunca vivió con mi madre, se separaron cuando estaba embarazada de mí. Pero mi padrastro es profe de música. Yo me crié que, en mi casa, siempre había guitarras, había flautas, y había un montón de música todos los días. Me crié en una casa con jardín, y mi madre ahí invitaba a todo el mundo y se ponían ahí a tocar con tres guitarras. Luego montábamos un jardín con todas mis barbies y mis juguetes… Como mi madre era muy artesana, ella me hacía a mano los móbiles que les cuelgan a los bebés. Y yo me crié viendo estas cosas. Intercambiaba los vestidos de mis muñecas, tenía a las Bratz y les cortaba el pelo o les pintaba las uñas… simplemente les cambiaba las cosas porque lo encontraba divertido. Dibujaba a lápiz, copiaba sin calcar a las princesas de Disney para aprender a dibujar. Siempre me interesó mucho dibujar porque sentía que así me podía expresar.



¿Alguna vez has tenido educación reglada en el arte o has sido autodidacta?


Fui aprendiendo a pintar yo misma, mientras estaba en el instituto. Todo fue muy natural porque se me daban mal todas las asignaturas excepto las lenguas, que me iban bien. Pero en plástica era puro diez. Todo el mundo ya sabía que yo tenía que hacer alguna cosa que tuviese que ver con el arte. A la vez, a partir de los once años, descubrí Youtube y empecé a ver tutoriales en mi habitación. En esa época todavía no había tutoriales de maquillaje, había muy pocas personas que lo hacían. Una vez ví un vídeo de una chica alemana que se disfrazaba por Halloween y me quedé loquísima y lo quise hacer. Mi madre me compró unas pinturas del bazar y alucinó cuando vio el resultado: “¿¡Qué!? ¿En verdad te lo has currado?”, me dijo. Entonces me empezó a comprar más maquillaje y más cosas. Yo me crié sola. Mi madre, al ser migrante y no tener papeles, tenía un montón de trabajos y nunca estaba en casa. Y yo me crié con el ordenador, me pasaba las tardes después del cole mirando Youtube, me cortaba el pelo y me maquillaba. Y al final le cogí mucho gusto. Encontré en el maquillaje un lugar donde poderme expresar. En el instituto me gustaba mucho mi mejor amiga. Mi madre, que siempre ha sido muy abierta y muy comprensiva con muchas cosas, al venir de una família muy religosa, cuando salí del armario como persona lesbiana –que en ese momento yo pensaba que era lesbiana–, no se lo tomó muy bien. Antes de salir del armario yo miraba tutoriales de chavales gays que hacían drag. Así descubrí el drag y ahí vi un confort que no había encontrado en ninguna parte. Rupaul y todo esto, aunque sea una mirada mucho más capital del drag, me llegó muchísimo. Me divertía mucho, me ponía purpurinas… pasaba de la hiper-feminidad a de golpe, ser un alien o un animal. Estaba en mi habitación expresando todo lo que tenía guardado dentro. De alguna manera yo buscaba también contentar a mi madre. Ella llegaba a las dos de la mañana de currar en el restaurante y yo seguía en mi habitación maquillándome. Ella lo veía y flipaba y me felicitaba. Y al final vi que también le estaba haciendo un bien a ella, al verme a mí estable. Ella se preocupaba un montón por el hecho de dejarme sola.



Muchas personas que han pasado por estas entrevistas coinciden en que el arte les ha ayudado en momentos de bajón o en momentos muy tristes, para expresarse y para encontrarse.


Real. Siempre he sido una persona de pocos amigos, por el hecho de ser migrante y tener que aprender catalán cuando llegas al cole. De que quizás, no has visto las mismas cosas que tus amigos han visto, que nunca van a entenderte. Puedes tener algunos amigos pero nunca van a percibir las cosas de la manera en la que las percibes tú. Al final tampoco tienen estos problemas en casa: no tengo padre; mi padrastro se ha ido; estamos los tres en España; mi madre no tiene papeles y yo tampoco; no puedo ir a las excursiones del cole porque no tengo dinero, no puedo pagar quince euros para el bus… Al final es estar tu solo sobreviviendo y la creatividad viene de ahí. De cuando tienes que sobrevivir. El arte me salvó en este sentido. Eran muchas horas de tener que estar sola en mi casa. Aprendí a quererme más gracias al maquillaje. He tenido problemas con la comida, problemas de imagen. A mi madre le gustaba que yo me maquillase, pero en parte porque quería tener una hija cis, muy femenina, perfecta, que vaya a la universidad porque ella no pudo ir. Y al final, cogí el maquillaje porque me sentía insegura y me sentía gorda. Me levantaba dos horas antes para ir al insti y poderme maquillar. Pero luego, a lo largo de los años, vas entendiendo cosas y vas entendiendo que el maquillaje es algo que va mucho más allá, que no tienes por qué contentar a nadie con eso y que puedes provocar incluso. Que es una manera de expresarte.


¿Cómo ha influenciado tu experiencia migrante en la forma de hacer arte?


Siento que ha influenciado mucho. He tenido profesores en Bellas Artes diciéndome que las cosas que hago son ‘muy europeas’ para yo ser de Chile. Y puede ser, porque mi crianza ha sido en España. Cumplí los siete años en Málaga y los ocho en Barcelona. Obviamente, mi imaginario personal está formado aquí. Pero no deja de tener una melancolía de la cual no me puedo deshacer. Yo pasé de vivir en una casa con jardín con mi família a estar en una habitación subalquilada los cuatro. Se me arrebató la vida que tenía por buscar algo mejor. La precariedad te hace añorar tu casa, tus cosas.. tener que tirar todos tus juguetes porque o eres los tú o los juguetes. Tener que dejar atrás a tu abuela y a todos tus vínculos y empezar de cero es algo super duro. A la gente le puede chocar que tengas que cambiarte de continente y dejarlo todo, pero lo más chocante aún es que tu propia madre te tenga que mentir para hacerlo. Porque si en inmigración me separan a mí y me preguntan si venimos de vacaciones o a vivir, y yo soy una niña de seis años… Ella me dijo: “Anto, venimos de vacaciones. En unos meses, ya verás que volverás con tu abuela”. Mentira. Yo no tenía concepción del tiempo pero ya notaba que se estaba haciendo invierno y que estaba pasando mucho tiempo y que no regresábamos. Y ahí mi madre me dijo que nos quedábamos aquí para siempre. Es muy duro y sientes una traición por tu propia familia. Yo ahora lo entiendo, pero cuando eres un niño es muy duro. Y yo creo que todo esto ha influenciado en el peso emocional que yo le pongo al arte. Influye en que he tenido que llorar muchísimo y plantearme esta conversación muchas veces para podértelo explicar ahora mismo, sin estar llorando. He tenido que dibujar casas y sacar toda esa rabia de la manera en la que he podido. Hasta he grafiteado mi propia habitación cuando era adolescente. Este tipo de cosas al final acaban saliendo.



Ahora que mencionas el dibujar casas, me viene a la mente un cuadro que pintaste donde sale una persona con una casa en la cabeza y ventanas en los ojos.


Ese sería un autorretrato de yo convertida en una casa. Básicamente este cuadro viene de un proyecto que tuve que hacer en Bellas Artes donde tenía que modificar un espacio usando conceptos como ‘techo’, ‘ventanas’, ‘puerta’, etc. Entonces dije como: “¿para qué me voy a complicar la vida? Mejor me modifico a mí para ser estas cosas”. Yo venía del maquillaje, entonces cogí un vestido y lo recorté para hacerle una puerta en el corazón, hice unas gafas con cortinas, una diadema con chimenea, unas botas con flores… El cuadro lo pinté un año más tarde, pero sí que se repite eso de encontrar el hogar en uno mismo. Al final ha sido esta la manera que he tenido de poder llevarme a mi. Me cuesta tener una permanencia de hogar y cuando llevo muchos años en un mismo piso, se me hace raro porque he vivido en trece casas a lo largo de mi vida.

A parte del profesor desafortunado de Bellas Artes, ¿Alguna vez te han discriminado en el sector del maquillaje/arte plástico por el hecho de ser queer y migrante? ¿Cómo lo gestionaste?


Como persona queer no me he sentido discriminade, lo que siento siempre es que se me percibe como una mujer. Y no es que me de rabia, porque no me molesta eso, pero me molesta que se me reduzca a esto; que la feminidad solo pueda pertenecer la mujer. Y esto me afecta mal. Y más con la crianza de obligarme a ser femenina. No me siento discriminada por ser queer, ni tampoco racialmente. Aprendí el catalán a los ocho meses y tengo el privilegio que no se me discrimine por el color de piel ni que se me lea como migrante. Al haber ido a Málaga, se me fue el acento chileno en dos meses de cole, se me pegó el andaluz. Luego vine a barcelona y se me neutralizó el acento. No se me lee como persona migrante y en ese aspecto no he recibido ninguna discriminación. Aún así, lo que me dijeron en Bellas Artes es que el arte no tiene por qué ser político, que los profes están cansados que en la Facultad de Bellas Artes solo se hable de política… Y yo pensando: “eres un señor blanco, que vive en una masía y con un pastizal que te cagas.. ¿perdona?”



Entonces tú crees que el arte debe ser político.


Es que el arte para esto está. Es una herramienta para comunicar, una herramienta que quieren hacer que pertenezca a la élite y la élite lo que se encarga de difundir mensajes que son anecdóticos. Pero realmente el arte está para hacer piña con la gente y mandar un mensaje, comunicar algo y hablar desde la experiencia personal y la sensibilidad. Y en este mundo racional esto no está bien visto, pero se equivocan.



Los mensajes que envías con tus pinturas y maquillajes son muy revolucionarios. ¿Qué hace que el arte sea transfeminista?


Para que el arte sea transfeminista el artista tiene que ser transfeminista. Cuando una persona es queer y hace arte, no se tiene que sentir obligada a que su arte mande ese mensaje, pero a veces sin querer, lo das. Es lo que me pasa a mi porque hablo de temas que directamente me afectan. Si has tenido estas experiencias de no conformarte con el género o con tu aspecto; o si eres una persona no binaria y te vistes de una manera en la que puedes ser percibida como mujer… Difuminar cada vez más las cosas es mi objetivo. Hablar de autocuidados y autoconocimiento, siempre usando la naturaleza como referente. La naturaleza es perfecta e imperfecta y así somos los humanos porque formamos parte de ella. Yo lo veo así y me encanta que a la gente le llegue el mensaje que quiero dar. A veces creo que lo que hago es muy ambiguo y que nadie lo va a entender, pero a quien le tenga que llegar, le va a llegar.


Has hecho cuadros que denuncian comer animales, situaciones eróticas y BDSM... pero en la mayoría hay una figura que se repite: ¿la persona representada en tus cuadros eres tú?


Sí. El autorretrato me ha ayudado muchísimo. Es muy raro hacerlo, aunque luego te acostumbras. Pero es muy sanador autoretratarse. Aunque no tengas ni idea de dibujar, hay que hacerlo. De esta manera pude ir viendo las distintas ‘Antos’ que hubo en mi vida. El cuadro que se vendió en la Federica, yo tenía 19 años cuando lo pinté. Esa era una Anto que se sentía super liberada, pero a la vez estaba intentando conquistar una feminidad un poco normativa y se sentía libre por hacer esto. Hoy la miro con ternura porque al final he sido yo, aunque nunca estuviese contenta del todo. Sentía que me había reconciliado con mi cuerpo, y que ya no me estaba privando de comer ciertas comidas. Aún así, siempre quería ser más perfecta y más femenina. Lo pinté un mes antes que empezase el confinamiento. Pero luego ahondé más en el ser una persona no binaria y me fui al otro extremo. Dije: “bueno ya no voy a conquistar la feminidad, ahora voy a jugar un rato”. Y me rapé el pelo. Me sentí en el otro extremo, quería conquistar la masculinidad. Y ahora siento que me da igual y que estoy en el medio.



¿Te han dicho alguna vez que tus cuadros recuerdan a Frida Khalo? ¿Cuáles son tus referentes?


Sí, me lo han dicho varias veces y cada vez que me lo dicen me hace muchísima ilusión. Me encanta ella, la admiro. Otro de mis favoritos es Magritte. Cada vez que veo una obra suya mi cerebro se expande. El surrealismo es el movimiento artístico que más me llega, ya que habla del inconsciente. También todo el movimiento de cosas que son adorables pero dan mal rollo a la vez. Un poco Hello Kitty pero a la vez peli de terror. Muñecas con los ojos muy grandes... Sonic en el nivel que de golpe ves una esfera con el suelo de cuadrados rojos y blancos. Un poco Glitch… bebo de todo lo que me llame la atención.



Con el maquillaje también creas fantasías completas. ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de maquillar?


Creo que maquillar es traducir lo que uno quiere comunicar a través del cuerpo. Si tu quieres evocar una feminidad muy divina o endiosada, vas a tener que reducir la paleta a colores a unos más cálidos, o dar brillos, o usar formas más orgánicas. Si quieres dureza vas a usar rayas más precisas. El material dice mucho. El pincel es mi herramienta siempre, pero incorporar otros materiales más escultóricos me encanta. Por ejemplo, maquillar con cadenas es heavy. Pegarte metal en la cara, esa sensación fría y de pesadez que da el material, lo dice todo. Al final es toda una dirección artística que dentro incluye el maquillaje. También hay que tener en cuenta la persona. Depende mucho de cómo es la persona a como tu le vas a maquillar. Me gusta conversar con las personas antes y leer en su cara cómo está, cómo se está sintiendo, si va a poder soportar que le ponga unas pestañas postizas super pesadas o no… Siento que es algo muy personal y que no tener en cuenta la personalidad y las vivencias de la persona maquillada es trabajar sin sentido, porque no vas a poder evocar lo que estás buscando.



¿Dirías que siempre hay que tener en cuenta el estilismo?


Hay que tenerlo en cuenta. Obviamente no siempre se puede estar por la imagen, pero si se tiene en cuenta, es un espacio de ritual. Así lo veo. Es un ritual para estar con uno mismo, conocerse más. El estilismo es una herramienta para poder comunicarte más, sobre cómo te estás sintiendo ese día o qué cosas te gustan. La gente lo percibe como si fueras superficial, como si tuvieses algún tipo de inseguridad, pero no tiene por qué ser así. Yo creo que lo que me define es que estoy siempre en búsqueda de la belleza, y no de la belleza hegemónica, sino de encontrar una armonía en las cosas. Igual que tú cuando te cocinas decides poner el plato bonito, aunque te lo vayas a comer cinco segundos después. Si tu sientes que te estás cuidando al hacer esto y te está generando un bienestar, es que lo estás haciendo bien.



Acabas de abrir un melón interesante. ¿Alguna vez te han dicho que tienes un ego muy grande por maquillarte o hacer autoretratos?


Nunca me lo han dicho como tal, pero siento que en los medios así se representa. La persona que se preocupa por su imagen es percibida como una persona fría y frívola y yo no creo que tenga que ser así. Me parece más problemático que te intenten alejar de tu propio cuerpo. Si tu en tu cuerpo dices: “hoy me voy a exfoliar, o me voy a cortar el pelo de una manera loca porque me siento así” eso es un momento para estar con tu cuerpo y manifestarte desde él. Porque la vida es una performance, y si yo voy por la calle hecha un circo, estoy comunicando algo. Si una persona me percibe mal por ello, es que realmente, tiene que reflexionar un poco más. Aunque te vean como un circo, y te vean mal y te digan que no te queda bien, si tu te ves y dices: “¡bua!” pues ya está.


¿Qué pacto con el diablo hay que hacer para mantener el maquillaje en su lugar durante toda la noche?


Digamos que yo y Satán tenemos un historial bastante largo. Si tu le dices que esta noche quieres salir a perrear, obviamente él te va a dar sus bendiciones. Si tu quieres mantener el maquillaje toda la noche, lo que me funciona a mí es no tocarse la cara por nada el mundo, aunque estés sudando. Tú te maquillas, haces tu rutina y te pones muchísimos polvos, aunque notes la piel seca. Porque cuando estés en el sitio, la grasitud de tu piel va a empezar a sacar. Matiza todo muy bien y si empiezas a sudar, no arrastres. Coge una servilleta y te la quitas como si fuese pegatina, pero sin moverla. Porque si lo mueves, chao.



Si pudieses maquillar a cualquier persona en el mundo, viva o muerta, ¿quién sería y por qué?


Hoy en día, ojalá maquillar a Rosalía. Pero también a Lady Gaga, sería como devolverle al arte lo que ella me dio a mí, la fantasía que me dio con trece años.



¿Dónde te gustaría llegar profesionalmente?


En el maquillaje siempre tuve claro que quería hacer caracterización, que ahora estoy en ello, y luego quiero maquillar para cine. La peli de El Laberinto del Fauno, cuando la vi dije: “es que yo quiero hacer eso”. Es generar una escultura que se pueda poner, una escultura humana. Cuando era pequeña y llegamos a Barcelona y caminábamos con mi madre por las Ramblas, yo veía las esculturas humanas y me volvía loca. Yo me preguntaba cómo hacían esas alas, cómo se quedaban quietos y cómo hacían esos maquillajes. Una vez vi a una de esas personas quitándose el maquillaje con una toallita, se estaba quitando todo lo metalizado. Y ahí me di cuenta que era posible que yo puedo hacer eso. Aún lo más fantástico tiene una explicación y puede llegar a conseguirse. Yo quiero hacer eso, maquillar para cine y caracterizar. Con la pintura, en cambio, no lo veo tan ambicioso. Es un espacio más personal donde yo proceso cosas, sí que hago algún encargo pero me gusta mantenerlo así: hacer trueques con la gente e inspirar a los demás. Si tengo algún mensaje a procesar, pues tener el lienzo ahí para poder procesarlo. Si luego alguien me lo quiere comprar, pues de puta madre, pero no tengo tanta ambición con todo eso.



¿Qué maquillaje que has hecho te gusta más?


No me puedo decidir, todos son muy diferentes. Pero porque ahora estoy encariñada, te diría que el de La Maga, porque fue el que presenté para solicitar la beca actual y es la primera vez que hacía yo el peinado y el outfit entero. Me encanta peinar pero no tengo estudios en eso, simplemente lo hago porque me gusta. Aunque yo misma me corto el pelo, o a mis amigos o se los tiño. Y sentí que en este proyecto, porque me pedían que maquillara, vistiera y peinara, hice una obra total y me sentí muy orgullosa.


Para acabar, ¿Qué consejo darías a personas queer y migrantes que empiezan en el mundo del makeup art? ¿Y a pintar?


Que es duro. Es duro y está muy infravalorado. Porque realmente es un trabajo muy nuevo el de maquillar. El de pintar no, ese es milenario y aún así está infravalorado. ¿Por qué será? Ahí hay algo escondido que no nos quieren contar. Pero sí, el de maquillador es como que aún lo ven como algo que no tiene mucho sentido, que tú pones polvos para que no briles en la cámara y ya está. Pero relamente sin un maquillador tu no tienes película, no tienes videoclip y no tienes nada. Es un trabajo muy importante y al que se le tiene que dar más peso. Como peña queer, somos visionarios y si ya vamos a disidir de una norma, vamos a ir a por todas. Estoy muy cansada de ver maquillajes muy normativos, de ver a todo el mundo queriéndose hacer el mismo eyeliner, queriendo llevar el mismo pintalabios… ¡Exprésate! No necesariamente tienes que encajar en un molde para estar guapo, ni necesariamente tienes que estar guapo. Ve a por todas, exprésate, propon. Que las cosas avancen porque si se repite el mismo patrón todo el rato, ahí no hay creatividad ni hay expresión de nada. Tampoco vayas regalando ideas en los proyectos pero si tú en lo tuyo, como maquillador, puedes proponer matices o nuevos enfoques, en lo que tu controles, propon. Y rompe las normas en todo lo que puedas, como puedas y como te lo permitas. Si no, nos aburrimos y esto no se puede. Si te discriminan en algun trabajo por ser queer o cualquier cosa, mándales a la mierda y da igual porque el dinero viene y va y todos somos precarios. Al final, si tu te das a respetar y sabes poner límites y barreras y te quieres de verdad, vas a encontrar gente que te va a tratar bien.


____

Entrevista escrita por MARTA TIANA, en colaboración con IDENTIDAD Project. (Barcelona, 2000). Marta es periodista y comunicadore, interesade en transfeminismos, cambio climático y sociología cultural. Más sobre elle en sensebarret.com/about



17 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page