Inspirade por su abuelo, que participó del impresionismo andaluz antes y durante la Guerra Civil, Cendra (Elle/Ella/Él, 1990) es une artiste no binarie de Barcelona. Siempre reprobó los estudios pero para la pintura y el dibujo es un sobresaliente. A los 25 años se adentró a estudiar la carrera de Bellas Artes. Hoy está graduade, y para elle el arte es un hobbie. Aunque yo diría que mas bien es su pasión. Prefiere los medios acuosos porque fluyen como el género y hace poco que retrata Shibari en movimiento en el Espacio Nōs, también barcelonés.
Dice que tiene el arte idealizado, porque le hace feliz, y porque no quiere "meter pasta de por medio" y que pintar y dibujar dejen de llenarle. "Ojalá nunca me paguen por lo que estoy haciendo", me dice riendo. Quedamos un viernes en la mañana, por Google Meet. Pocos segundos después de enchufar la cámara, sorprendide, me reconoce. "¡Eres tú!". Nos vimos las caras el 10 de junio, en la segunda edición de 'Sensaciones': el último de los tres eventos de IDENTIDAD en el bar La Federica. Y es que elle estaba ahí porque algunas de sus obras fueron expuestas en el mismo local durante el primero de los eventos, llamado 'Cuerpxs e Identidades', que se celebró el pasado 1 de junio.
En Instagram (@centdra_art) te defines como artiste no binarie. ¿Qué supone tu identidad de género en tu trayectoria artística?
Donde aparece siempre es en los temas. Mis temáticas son un reflejo del cómo funciono yo por dentro y de mi puzzle mental, así que acaban siendo sobre cuestiones de identidad y de género. Del no ver el mundo con estereotipos y del dejar atrás cuestiones de nacionalidad, etnia, cánones de belleza, del cómo debería de ser un cuerpo... Imagino que se debe a que por ahí estoy pasando yo ahora mismo, este es mi estado mental. Yo no me propongo pintar nada en específico, pero al final pinto y cuando ya la he liado parda digo: "vale, ¿qué he hecho ahora?" A posteriori lo leo, lo interpreto y decido lo que es. Si sale algo reivindicativo es porque tengo una mente reivindicativa. Aún así, intento hacer cosas suficientemente ambiguas para que cada une pueda meter sus movidas cuando lo interprete. Para mí está muy claro que lo que hago tiene que ver con cuestiones de género, pero al final hay un margen de interpretación: no siempre que está nublado llueve. Si encaja con estas temáticas es una cuestión subjetiva y de interpretación.
Di el paso de transicionar a persona no binaria después de aprender a pintar. Antes de transicionar tenía cierto rollo cuando pintaba, pero después de pasar por un proceso de cultivación personal y de poder ubicarme, ahora tengo totalmente otro. Antes pintaba de una forma más impulsiva y enérgica, y ahora me lo tomo con más calma: trato todo lo que pinto con mucha más suavidad. Uno de los cambios más heavies fue que antes solo entintaba y ni siquiera pintaba. Mis obras se quedaban en negro sobre blanco, y fuera. Y ahora sí que pinto, le meto color a todo.
¿O sea, que transitar te ayudó a poner color a la vida y al arte?
Totalmente. Los dibujos que presenté en La Federica eran dibujos de 2017, 2016 y 2015 que para mí ya estaban hechos y acabados. Y hace poco estuve haciendo limpieza, lo típico de después de acabar la carrera seleccionas qué te quedas y que no. Me quedé algunas obras, pero para pintarlas. Acabé la carrera y ya no veía que esas obras estuviesen terminadas. Entonces las pinté, y ahora tienen esta cosa tan guay de haberlas completado después de haberme completado yo.
Empiezo a darme cuenta que soy una persona no binaria, en parte, gracias a la carrera. En Bellas Artes es troncal (o sea, obligatorio) pasar por asignaturas de ideología de género y de sexualidad. Soy el típico caso de alguien trans que, lo que le faltaba, era conocimiento y saber que estas realidades existen. Sí que me enseñaron a hacer ecuaciones y todo aquello, pero al final, lo que yo necesitaba era que en lugar que vineran de educación civil para enseñarme las señales del tráfico, me enseñaran de género. Y por suerte lo encontré ahí. Después, evidentemente, a raíz de relacionarme con gente del colectivo LGTBI+ y con personas trans en la carrera, que era algo que hasta entonces no había tenido contacto o no me había permitir hacer, es cuando empiezo a hacer el 'clic'. De hecho, mi Trabajo de Final de Grado fue básicamente una serie de obras multidisciplinarias enlazadas con la literatura en las que yo me permito morir para, una vez aprendo todo esto, permitirme volver a empezar e intentar a hacer las cosas des de otro lugar totalmente distinto.
E imagino que tampoco todo es un arcoíris de colores...
A nivel personal ha sido muy liberador, pero es verdad que, con según qué cosas tienes que esconderte. Por ejemplo, hoy en día mi modus vivendi son contratos precarios. Como casi todo el mundo. Trabajo tres meses en un sitio, seis en otro, un año en tal... mi nombre fiscal sigue siendo mi nombre de nacimiento, pero en círculos sociales utilizo Cendra. Y a pesar que me podría cambiar el nombre, me gusta mantenerlo así porque no me puedo permitir que, si dentro de tres meses me hace falta un curro, que se huela por mi DNI que soy del colectivo LGTBI+ o una persona trans, y no me contraten por esto. Tristemente el mundo es así. Si yo mañana me cambiase el nombre y aprobasen una ley que me permitiese ponerme como género neutro, yo sería objetivamente más feliz en mi vida. Pero no me pagaría las facturas. Al final me he encontrado a mí misme y esto es muy guay, pero la puesta en sociedad es mucho más triste de lo que debería ser. Hay planos obscuros para todo. Lo bueno es mucho mejor que antes, esto está claro, y esto me permite –en parte–, poder lidiar con lo que no es tan bueno de una mejor manera.
No quiero parecer mártir, pero soy consciente que doy una imagen de hombre: mi estética no es super masculina pero utilizo mucha prenda de tío, llevo barba, etc. Y [por ello], muchas veces me siento un fraude. Es el cispassing. Pero al final es convencerte que no le debes una imagen a nadie. Muchas veces entendemos que somos lo que hacemos y la imagen que damos. Pero el género es una auto-concepción y performar de una manera u otra no te convierte en nada especial. Es muy contra-intuitivo y hay que remar a contracorriente de todo lo que hemos aprendido. Ya no solo en temas de género, sino también en la importancia de saber(se) expresar, o de comunicar(te)... De repente, la manera en la que performas o comunicas no es lo mismo [que tu identidad] y tampoco es una cuestión de actitud, sino de tener tú claro quién y cómo eres. Es una 'joyita' que llevas en una caja dentro de ti, y si lo quieres compartir con alguien porque así lo escoges, genial. Pero [el género] no es cómo lo manifiestas.
Y es que performar el género también puede ser algo artístico. Volvamos a la pintura, ¿Qué técnica o técnicas sueles emplear para tus obras?
A día de hoy utilizo papel, acuarela y tinta. Y me encanta porque los medios acuosos no hay manera de controlarlos, no puedes. Tú quieres hacer una cosa y eso te dice: "¿pero no ves que soy agua y que voy a hacer lo qure quiera?" Tal vez tú esperas que algo vaya por allí, pero quizás al final todo va para otro lado completamente distinto. Y esto me gusta mucho. Mi forma de pintar va muy a descontrolarme de un modo controlado. Casi te diría que uso más agua que acuarela, porque por lo general pinto y luego retiro mucho color del que pongo para poner más, y muchas veces pinto con el rastro que dejan las cosas. Casi nunca dejo el color, sino que pongo mucha pintura, luego la quito y dejo el rastro. De alguna manera esto es mucho más poético, y me gusta porque te permite pasarte, cruzar la línea y como siempre se puede quitar, pues retiro lo que sobra y ya está. Yo sé hasta donde puedo pisar y me permito descontrolarme hasta cierto punto. Pero luego tengo volver y hacer parones para controlar si lo que estoy haciendo tiene coherencia o se puede arreglar, para luego, volver a perderme. Rema muy a mi favor que el agua sea así, que tú no pintas y el resultado es 'tal cual', sino que va todo un poco al descontrol.
El agua es como el género, fluye.
Totalmente. Además que cuando tú pintas con medios acuosos, el resultado nunca va a quedar como tú quieras, van a hacerte la vida imposible des del principio, y me gusta mucho. Ahora estoy con esto, pero en la carrera he probado de todo: des de óleo, acrílico, escultura, moldes... y al final me quedo con los medios acuosos por varios motivos. Uno de ellos es que para trabajarlo en casa es ideal con poco espacio: es papel y agua. Con el tiempo he descubierto que contamina mucho menos, porque al final es agua y pigmento y ya está. En otras técnicas como con los acrílicos, tienes que emplear disolventes y muchas veces vienen con adhesivos plásticos, que son derivados del petróleo. También te piden mucho espacio de trabajo y unos tiempos de secado por los que yo no tengo paciencia. Trabajar con papel es muy físico, porque hay que tocarlo. El papel de acuarela, en cambio, me encanta porque es como una cosa aterciopelada y es casi como trabajar con piel de alguien. Ahora esta es mi zona de confort. Cuando era 'peque' trabajaba con papel de oficina y ahora lo he sofisticado a papel de acuarela. Es como volver ahí pero des de otro lugar.
¿Cómo es el proceso creativo de tus obras?
Hago todo lo que está en mi mano para no tomar decisiones de creación. Me pongo música muy alta para no pensar y no tomar decisiones de forma voluntaria. Dejo que pasen cosas y cuando estoy un rato así, vuelvo para mirar si [lo que he hecho] tiene coherencia o se puede arreglar, para luego seguir fluyendo. Dejo que alguien, que soy yo no tomando decisiones, me haga el trabajo sucio, para que luego yo de forma consciente diga: "vale, en lo que he hecho aquí, ¿cómo le puedo dar coherencia?". Intento unificarlo, sacarle las castañas al fuego a mi persona cuando me he dedicado a pasármelo bien mientras hacía el trabajo previo. Hago todo lo posible para no tomar ningún tipo de decisión voluntaria ni consciente. No sé si se trata de memoria muscular, o el inconsciente, pero me esfuerzo mucho en intentar dejarme llevar sin pensar mucho en lo que estoy haciendo y luego ya, si lo necesito, intento arreglarlo.
O sea que nunca tienes en mente que quieres dibujar algo en particular.
Para nada. Y esto es un problema porque no me permite aceptar cargos de ningún tipo. Nadie en su sano juicio te va a decir "haz lo que quieras", sin saber cuánto vas a tardar, ni saber qué va a salir al final... nadie quiere esto. En parte es un problema de cara a organizarte y verlo como un negocio, porque no te permite prever nada ni organizarte de ninguna manera. Pero me hace tan feliz que no lo haría de ninguna otra forma. Si viene alguien y me dice que me pagan por lo que he hecho y que quieren confiar en mí de forma ciega, pues adelante. Pero yo no tengo otra forma de hacer las cosas. He intentado hacerlo de otras formas, previendo lo que iba a salir, o intentando estructurarme y trabajar de una forma que no sea caótica, pero es que luego no funciona. No me sale. Su forma de funcionar es esta y yo tengo que hacer todo lo que pueda para respetarle, darle este espacio y ponérselo fácil. Dejo que [mi inconsciente] coja el timón y haga lo que tenga que hacer. Luego cojo yo y digo: "pues a ver qué es lo que has hecho". Muchas veces no hace falta ni darle coherencia, porque funciona muy bien como ha salido. Pero la mayoría de las veces faltan algunos retoques. Este es mi proceso de creación: desmadre, y lo que salga. Antes de transicionar lo hacia de una forma más vigorosa y enérgica y ahora se trata de caricias muy largas, pinceladas muy suaves. Ahora es mucho más cariñoso. Antes acababa agotade y ahora es como "ay, que bien".
Mi abuelo era pintor y participó del impresionismo andaluz. Pero su proceso creativo no tiene nada que ver con el mío. Tal vez si mi abuelo viese lo que hago me diría que soy de otra familia, directamente. Al final el hecho que mi abuelo pintase es un legado cultural que yo he acabado heredando, pero que he hecho mía de muchas maneras.
¿Qué otras herencias culturales tienes a la hora de hacer arte?
Como ya has visto que hablo de ello de una forma totalmente ajena a mí, intento entenderlo como una base de datos en la que le tengo que meter toda la información cultural que sea posible. Intento consumir a nivel artístico, tanto en redes y en vida real, todo lo que pueda. Escucho cualquier tipo de música, voy a cualquier exposición... intento de todo. Y luego cuando me pongo a hacer cosas, cojo de todos lados. Yo no tomo las decisiones creativas de mi trabajo así que es totalmente involuntario. Suelo evitar cuestiones de audiovisuales más que de arte plástico, pero acabo yendo igualmente a todo. Supongo que al final es más un trabajo de pillar de donde pueda, digerirlo, quedarme con lo que me llena y el resto dejarlo ir. Sin ningún tipo de tabú.
En tus obras retratas el Shibari en movimiento. ¿Cómo defines esta práctica?
El Shibari habla de las relaciones humanas. Cuando está sucediendo, durante una performance, lo que ves es la consecuencia de un trabajo previo, y del cómo es la relación de las personas que participan. Es una consecuencia de la confianza que se tienen mutuamente, de la sinceridad, de su relación interpersonal, de cómo respetan tanto los límites que se imponen como la exposición a la vulnerabilidad, si la relación que tienen es buena... De hecho tu puedes ver si hay una relación de abuso, porque en el Shibari ves cómo se tratan: si mientras lo hacen se ríen, notas cariño, o hay frialdad...
O sea que no puedes practicar Shibari si no conoces a la otra persona.
Tu puedes, pero no es recomendable. Al final es más aconcejable conocer a la persona, que lo que estáis haciendo sea una consecuencia de lo que hay entre vosotres. No son cuerdas y ya está, son personas. Y la relación de estas se ve porque es como el gesto en pintura. Es lo que le da toda la expresividad. La técnica es que el nudo esté bien hecho o mal hecho, o que se tomen determinadas decisiones a la hora de atar cosas de una manera u de otra. Pero donde radica toda la expresividad es en la relación que tienen las personas que participan: qué tan cultivada está la relación, qué cosas que comparten fuera del Shibari, hasta dónde se permitan llegar, si se respetan los límites o si se tienen cariño. Es de las formas de arte más humanas que yo he podido experimentar. Es todo lo expresivo, lo que tiene que ver con eso que es inexplicable del arte pero que emociona. Es todo aquello que sucede durante la performance, más allá de la foto final. El orígen está en la relación humana que están teniendo.
Es como el arte de la comunicación.
Claro, porque si no hay comunicación no sucede nada, Si no hay comunicación lo que te encuentras es lo típico de un tío mayor muy fuerte con una chica muy jovencita, que es la imagen estereotipada que tenemos todes del Shibari, donde él es un animal que la trata como un objeto y que le da igual lo que esté sucediendo. Si no tienes comunicación y la relación es fría y deplorable, lo que sucede es esto. Pero cuando las personas se empiezan a tratar como seres humanas y se tienen en cuenta los setimientos de los demás, el Shibari pasa a ser una cosa secundaria.
¿Dirías que el Shibari es una práctica estigmatizada, y que por esto es poco visible?
Totalmente. Pasa un poco lo mismo que con el pole dance. Es muy difícil encontrar gente que no lo vea y diga: "es erótico". Y con el Shibari pasa lo mismo. Por suerte yo encontré un espacio, el Espacio Nōs (@espacionos), en donde el Shibari no se ve des de lo erótico, sino des de lo artístico. Tú vas ahí y parece que estés en un sitio de yoga. El rollo que tienen de atmósfera y de trato es muy cercano, pero sin que la erotización tenga cabida. Y no es que esté mal erotizarlo. Si luego te lo quieres llevar en casa o en otro espacio, pues adelante. Pero huír de la erotización es lo que yo buscaba. Tal y como están las cosas, creo que lo fácil es encontrar un sitio donde se erotice el Shibari. Al final el mundo del Shibari es muy enriquecedor, pero tiene una cara muy obscura porque te acabas convirtiendo en una presa para depredadores sexuales y personas que son peligrosas. En el Shibari hay todo tipo de personas y al final te estás exponiendo mucho este tipo de personas.
El Espacio Nōs, en Arc de Triomf (Barcelona) es un sitio en donde se hacen sesiones de Shibari, pero también muchas otras cosas de carácter multidisciplinar. En los 'jams' sociales que organiza el espacio he conocido personas muy diversas, y de este sitio es donde saco mi inspiración. Conocí el espacio a raíz de una amiga, y porque me apetecía adentrarse al mundo del Shibari en un espacio seguro. Después de haber hecho un curso de iniciación, y charlar con conocides que habían estado en contacto con esta práctica artística tradicional japonesa, decidí ir a una primera sesión y ahí me quedé. Una de las cosas que me gusta del Shibari es que es muy extrapolable a otras cosas. A priori, bebe de herramientas de la escultura y herramientas de la performance pero luego se le pueden aplicar muchas otras disciplinas como la fotografía o la pintura, e incluso la moda o la música y la poesía. Permite mucha ambivalencia con muchas cosas y yo creo que esto se ve poco: que un tipo de disciplina artística pueda llegar a ser tan flexible.
¿Cómo has mezclado tú la pintura y el Shibari?
De momento lo he tratado como un sujeto a pintar, el Shibari. Como un motivo. Pero a la larga me molaría que pase de ser un sujeto a un objeto a pintar. Por ejemplo, poder atar a alguien que a su vez esté pintando. Pero también me doy cuenta de mis limitaciones, que de momento sé muy poco sobre el Shibari, y adentrarme a hacer otra cosa que sea pintarlo y ya está, por ahora, es demasiado pronto. Algunas veces lo que hago es auto-atarme, y mientras estoy ahí intento pintar y dibujar. Y luego me desato e intento 'solucionar' lo que he hecho, que ya va un poco acorde a mi proceso de trabajo normal, a mi forma de pintar. Lo he hecho un par de veces, pero en parte porque no me quiero hacer daño. Lo que pasa es que es especialmente incómodo y muy ambivalente, pero poder pintar algo que experimentas en el mismo momento es tremendo, es super potente.
¿Lleva mucho tiempo aprender a hacer Shibari?
Sí, sobre todo porque tienes que ir con mucho cuidado con todo. No es como la pintura que si te pasas y rompes algo, puedes cambiar el papel o el pincel. Con el Shibari tratas con personas. Y no solo es aprender a hacer los nudos y saber por dónde tiene que pasar la cuerda, al final hay toda una cuestión de conocimiento corporal: saber que hay musculatura, huesos, nervios, partes del cuerpo que son muy sensibles, que pueden haber pinzamientos... Y por otra parte está el cultivar la relación: el saber con quién sí y con quién no. También es una cuestión de educación emocional, de saber poner límites. Y todo esto lleva mucho tiempo. Para alguien que está empezando a hacer Shibari yo le diría que sepa muy bien qué es lo que está buscando y que encuentre un lugar seguro. En mi caso, me fue muy bien encontrar el Espacio Nōs, en parte porque se trabaja el Shibari des de una perspectiva muy humana, sin que se vea con los lentes eróticos. Lo importante para mí era encontrar un espacio donde pueda ir gente LGTBI+, en riesgo de exclusión social, colectivos marginalizados, etc. Porque te aseguras que sea un sitio sensibilizado y humano, a la vez que artístico.
¿Y qué consejo darías a alguien que empieza a pintar?
Yo diría que tus padres tienen razón y que no te va a llevar a ningún sitio. Que seguramente sea más razonable estudiar algo que te de un sustento vital y una vida más segura, porque estudiar arte seguramente te vaya a complicar la vida. Pero si lo llevas dentro e igualmente decides hacerlo, te da igual lo que yo te diga porque vas a acabar haciéndolo. Si realmente quieres hacerlo, lo harás, y no vas a escuchar a nadie que te diga que no puedes hacerlo, al contrario: te lo vas a tomar como un desafío. Así que experimenta con todo lo que puedas. Al final hay cosas contra las que no se pueden luchar, y una de ellas es contra lo que alguien realmente quiere hacer.
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Entrevista escrita por MARTA TIANA, en colaboración con IDENTIDAD Project.
(Barcelona, 2000). Marta es periodista y comunicadore, interesade en transfeminismos, cambio climático
y la sociología cultural. Más sobre elle en sensebarret.com/about
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